Durante años, los videojuegos han sido objeto de debate en cuanto a sus posibles efectos negativos en los más pequeños. Sin embargo, una nueva investigación publicada por Science Alert aporta un enfoque distinto: jugar a videojuegos podría tener un impacto positivo en el desarrollo cognitivo de los niños. Según este estudio, liderado por el neurocientífico Torkel Klingberg, los menores que pasan más tiempo disfrutando de videojuegos presentan una mejora significativa en su cociente intelectual en comparación con aquellos que juegan menos o nada.

La investigación se basó en el análisis de casi 10.000 niños estadounidenses de entre 9 y 10 años, observando sus hábitos frente a las pantallas, con especial atención al tiempo que dedicaban a los videojuegos, que de media era de aproximadamente una hora diaria. El resultado fue claro: los niños que jugaban más mostraron un aumento de 2,5 puntos en su coeficiente intelectual frente a sus compañeros que jugaban menos.

Para llegar a esta conclusión, el equipo de investigadores midió diferentes capacidades cognitivas, como la comprensión lectora, el control de impulsos, la memoria de trabajo, la flexibilidad cognitiva y el procesamiento visual y espacial. Estos elementos permitieron evaluar el desarrollo intelectual de los niños con un enfoque amplio y multidimensional.

"Nuestros resultados demuestran que el tiempo que los niños pasan frente a una pantalla no entorpece sus habilidades cognitivas", explica Klingberg, quien también subrayó que el estudio no analizó otros aspectos como la actividad física, la calidad del sueño o el rendimiento escolar. “Eso será materia de futuras investigaciones. Por ahora, nuestros datos indican que los videojuegos pueden tener efectos positivos en la inteligencia infantil”.

Este hallazgo ofrece un argumento sólido en favor del valor educativo y cognitivo de los videojuegos, especialmente en una época en la que estos forman parte integral del ocio digital de millones de niños y adolescentes. Aunque aún queda mucho por investigar, el estudio da un paso importante para derribar estigmas y comprender mejor cómo las experiencias interactivas pueden moldear el cerebro en desarrollo.

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